Diez años esperó que el árbol seco
floreciera de nuevo.
Diez años con el hacha aguzada y temblorosa,
pero el árbol sólo exhibía sus desnudos brazos,
la percha de la urraca y de los cuervos.
Cortóle al fin, y,
de repente,vio su corazón verde,
borbotón de savia; un año más,
y hubiera florecido.
José Jiménez Lozano
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